Con Efectos personales, obra de Griselda Gambaro que presenta viernes y sábados en el Centro Cultural La Hendija, el Elenco Rotativo de Teatro de la UNER inició su ciclo 2012.
El trabajo permite apreciar el crecimiento actoral de Marcelo Estebecorena, en este unipersonal dirigido por Luis Lito Senkman que expone el resultado de un proceso de búsqueda.
Siempre resulta grato, en el rubro que sea, ser sorprendido por un trabajo de buena factura, de manera que las expectativas sean superadas por la calidad de la tarea realizada. Ese es el caso de la puesta de Efectos personales, de Griselda Gambaro, que con dirección de Lito Senkman, lleva a escena en el Centro Cultural La Hendija, el elenco rotativo de teatro de la UNER.
La obra es un unipersonal escrito por la dramaturga en la década del 80 que, en la versión local –posiblemente estreno nacional- es protagonizado por Marcelo Estebecorena que encarna al personaje de un músico que, en una estación, mientras aguarda un tren que no llega, dispone de un momento para la introspección.
El texto, que encuentra reverberancias en situaciones como la planteada en el clásico Esperando a Godot, de Samuel Beckett, propone una serie de metáforas en las que el discurso escénico fluye a través de una serie de momentos que se eslabonan sin disonancias.
Como en una maquinaria en la que sus piezas han sido ajustadas y pulidas en un arduo proceso de preparación, el resultado del trabajo encarado por actor y director –sólidamente respaldados en los aspectos técnicos- es un ensamble que funciona ajustadamente y en el cual, Estebecorena expone su crecimiento como actor. Vale decirlo, ya había dejado muy buena impresión como parte del elenco de Los Kennedy, en una pieza alejada de las características de Efectos personales. De allí lo valioso de su desempeño en la puesta dirigido por Senkman que, justo es decirlo, ha aportado su experiencia y solidez en la mirada para conducir el proceso a buen puerto.
Para componer el personaje que encarna, y sostener la acción durante los 50 minutos de su trabajo –con un ritmo que no decae, por momentos vertiginoso, pero también con espacio para la pausa, la respiración- Estebecorena hecha mano de recursos técnicos y expresivos que evidentemente posee y maneja. Y que son variados. Con el manejo de su voz hasta el cuerpo como un recurso para escribir en el espacio modela un personaje querible, con inclusión de matices, que plantea el desafío –en lo actoral- de no desbordarse. Un compromiso que el protagonista resuelve con éxito. En ese trayecto escribe momentos que son iluminados por la risa, y otros en los que lo emotivo alcanza instantes plenos de comunicación. Vale decirlo, hay mérito en su trabajo, al punto que el actor logra que para el espectador la obra adquiera, entre el inicio y el final, la duración de un suspiro. En ese paréntesis de espacio tiempo, pasará para el violinista trashumante que ocupa el centro de la escena, la posibilidad de revisar momentos de su existencia desarmando las valijas –también podría emplearse el término `mochilas- en las que transporta todas sus posesiones y que configuran su identidad y dan sentido a su existencia, abonando a la metáfora que propone la autora.
Aporte a la Técnica
Para que la tarea actoral alcance ese brillo, existe un marco que la realza, con un entorno apoyado en aspectos técnicos y escénicos. Desde la atinada propuesta escenográfica y de elementos de utilería –con los cuales el actor juega y a los que emplea activamente como recursos- hasta el planteo de iluminación, que coopera eficaz y admirablemente con el planteo estético realizado por la autora de la obra y el director de la puesta. Las luces, puede decirse, están allí `vistiendo´ un ambiente, puntuando una acción, marcando un ritmo. Se convierten así en una parte inescindible de la obra.
El conjunto configura de este modo un todo coherente con una línea de trabajo que en lo conceptual y estético, trabaja desde hace varios años Lito Senkman.
Empeñado en rescatar el trabajo del actor, el director apunta a realzar la tarea de Estebecorena con los aportes de Sergio Fabri en diseño de luces y Andrea Fontelles en vestuario y utilería.
En la concepción de Senkman, `menos es más´. De allí que si bien el planteo es austero en lo visual, todos los espacios y elementos son empleados en beneficio del resultado final que hacen que esta puesta -producida por la Secretaría de Extensión Universitaria y Cultura de la UNER- sea vista con agrado y se disfrute de todo su desarrollo.
C.M
Fuente: El Diario. Paraná