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Crónica hechizada

Palabras de Atahualpa a los jóvenes uruguayenses - “Apuntalando el ayer para que sea más firme la luz de mañana”.

Schubert Flores Vassella presentó su libro, Atahualpa Yupanqui: La tierra hechizada. Durante la presentación difundió una grabación de Don Ata a los jóvenes uruguayenses emitida en el 63 por LT11.

Gerardo Iglesias/de la redacción de UNO
Schubert Flores Vassella presentó su libro, Atahualpa Yupanqui: La tierra hechizada, de manera campechana y amena, alejada de “tanta lisonja” como dijo luego de ser presentado en la UCU. El historiador e investigador uruguayo, radicado en Argentina desde hace tiempo (“llegué a este país desde la lanchita que unía Paysandú y Concepción) contó anécdotas y recuerdos hermosos y emocionantes de Yupanqui y su relación con Entre Ríos. Su apoyo a la gesta de los hermanos Kennedy en La Paz, su paso por Pronunciamiento, Escriña, hasta recalar en Tala, y su visita a Concepción. Su relación con Don Florencio López y Aníbal Sampayo y su respeto y admiración por los entrerrianos.
Pero lo más destacado de la noche fueron las palabras del propio Yupanqui, que llegaron a través de una grabación. Para sorpresa de muchos que con seguridad, como quien esto escribe, las escucharon por primera vez, fueron largadas al aire, como una bella poesía improvisada, el 16 de septiembre de 1963 en LT11, a la entonces radio Splendid. La grabación fue realizada por Don Florencio y rescatadas por Flores Vassella, convirtiéndolas en una hermoso tesoro, con el valor agregado de ser realizada para los entonces estudiantes uruguayenses.
La belleza del discurso, improvisado ante los micrófonos radiales, regala una belleza sin par.
El texto completo, al que solo le faltan un par de palabras de dificultoso entendimiento debido a la calidad de la grabación, es el siguiente:
“Unas palabras de saludos para la juventud de estudiantes de Concepción del Uruguay en esta tarde. Que linda suerte la mía, esta suerte de echar pie a tierra en este pago de Concepción del Uruguay, para saludar a la juventud estudiosa, pajaritos de reciente plumaje que se preparan para el canto y el vuelo en memorables jaulas de mapas, de libros y consejos, en las que no hay ramas que detengan el sueño y la fantasía y donde la vocación halla su cauce para correr tierra y tiempo y darse con todo como los arroyos que cruzan nuestras (…) con sol y sombra y remolinos, hasta entregar su viaje al ancho y amando río, sumándose a la vida y al paisaje, con destino mayor. Yo no soy más que un cantor de artes olvidadas que no quiere olvidarlas. La sangre me dicta la tenacidad que ejerzo y el entendimiento me aconseja prudencia, así como la conciencia determina mi verticalidad.
No elaboré yo solo las fuerzas que me mantienen, ellas me vienen de lejos, desde el franco vivir que aconsejaron mis abuelos vascos y del silencio de selva y piedra que los abuelos indios depositaron para sagrada custodia, en esta extraña caja de resonancia que la naturaleza me ha dado por cuerpo y por espíritu. Fui, como ustedes, pajarito libre sobre un paisaje de encantamiento. Quemaba mi (…) en el aula, en el deporte, en la danza. Cualquier camino que recorría, de niño, de muchacho, era para mí, como para todos los adolescentes, una senda milagrera donde se me revelaba el mundo, un mundo sin adultos. Un mundo que era solamente nuestro, un universo que apasionaba al muchachito descubridor, un territorio que me impulsaba al descubrimiento de yuyos y de árboles, de nidos y de arenas, de frutas tibias bajo el sol de la siesta. Y como no entraba el hombre en ese mundo, no era complejo ni confuso, no era torturado, no tenían miedos indescifrables. Los hombres que (…) a nosotros eran los que habían alcanzado la letra mayúscula para sus nombres. Eran los hombres de la Patria, los héroes de la historia, los poetas del verbo encendido, los verdaderos arquitectos del espíritu nacional. Después, la vida me acercó a la definición. Se cumplía así una sentencia que, cuando muchacho, había leído de Joaquín Castellanos “El primer deber del hombre es definirse”. Los años y el tiempo, hicieron de aquellos caminitos de travesuras y revelaciones camperas y sencillas, un solo camino.
El abuelo vasco y el abuelo indio se confabularon con el paisaje de esta tierra en que nací. Desde la raíz de la piedra, desde la hondura del algarrobo, desde la nocturnidad de las llanuras, desde el misterio de los montes, los duendes mestizos que manejan el destino me hicieron un trenzador. Ese trenzador se llamaba precisamente así, destino. Y tomando las cinco líneas de aquel pentagrama que solía descifrar, con dificultad, cuando niño, hizo con ellas una trenza hechizada, un lazo sobado con amor y paciencia, con cielitos y vidalas, con silencios (…) y silencios mañaneros. Y con ese lazo hecho para el desvelo y el camino, amarró junto a mi corazón un antiguo madero estremecido, la guitarra. El primer deber del hombre es definirse y yo me definí, consagrándome al canto popular. Y aquel muchacho, estudiante como ustedes, descubridor de huertas y senderos, amador de todos los lujos de la campería, de la jineteada, de la yerra, del arreo, de la esquila y también aquel atisbador del trabajo de los poetas, cuidador de la historia que nos enseña cómo crecen los héroes en el tiempo, pecho adentro, me encontré frente a un largo camino atado a una guitarra. Y entonces me dije “esto no es un entretenimiento. Esto es una enorme responsabilidad”: Estaban en juego los que, desde la raíz del paisaje, ordenaban mi vocación y mi destino, estaban en juego los paisanos de mi tierra, los hombres del poncho mojado, los gauchos, los baqueanos de la adversidad, del recato, de la hombría. Estaban las familias del solar argentino, estaban los muchachos, los changos escueleros, la juventud que estudia y se desvela y se equivoca y se endereza y se recupera. Estaban en multitud a lo largo de los valles, los labradores de la tierra alta, los abandonados hijos de la montaña, aquellos que tenían el boliche muy cerca y la escuela muy lejos. Entonces me repetía, “esto no es un entretenimiento. Esto es una enorme responsabilidad. Y cuide, hasta donde mi capacidad, menos fuerte que mi conciencia me permitía, cada palabra de una canción, cada color de una copla, cada sentimiento que buscaba el canto para florecer.
Ha pasado mucho tiempo y el tiempo me reprocha a menudo por todo lo que he dejado de aprender. Voy sereno hacia el adiós que siempre está en la curva del camino y bendigo a mi suerte de hoy que me permite desensillar, siquiera por una noche, junto a los muros de esta ciudad tan entrerriana y tan argentina, tan plena de historia, de tradición, de poesía, con un paisaje de prado, monte y río, capaz de atesorar la vocación de sus hijos, apuntalando el ayer para que sea más firme la luz de mañana. Muchas gracias”.

EL ACTO
En el marco de los festejos por el 137° Aniversario de la Asociación Educacionista La Fraternidad (AELF), se realizó la reedición de la nueva época de la peña "Ñandergoamí", un espacio creado para la difusión del folklore. El acto se desarrolló en el Salón de Actos “Héctor Buenaventura Sauret” de la Universidad de Concepción del Uruguay (UCU) con la presentación del libro “Atahualpa Yupanqui: La tierra hechizada”
Schubert Flores Vassella presentó su libro, Atahualpa Yupanqui: La tierra hechizada en los salones de la UCU, una preciosa y cuidada edición, realizada en papel satinado, con tapa dura y sobre tapa, con profusa información, fotos e ilustraciones. Si bien no es un material inédito, el autor uruguayo destacó que se recopilaron artículos de más de 300 ejemplares de Folklore, revista señera y de consulta permanente en la década del 60, en pleno auge de nuestra música autóctona.
Flores Vassella también reconoció la figura y trayectoria de Florencio López, creador de la peña tradicionalista Ñanderogamí de Concepción, y a Anibal Sampayo, poeta, cantor, guitarrista y arpista sanducero, ambos vinculados con el gran Atahualpa Yupanqui. Señaló que "estar en la histórica es muy importante, por su historia. Son estas historias compartidas con mi pueblo sanducero las que nos hacen ser más que hermanos".
Atahualpa Puchulu y Cristian Rourgier quienes interpretaron: Canto al río Uruguay de Víctor Velázquez y Atahualpa Yupanqui; Abre los ojos amor de Aníbal Sampayo (junto a Gabriela Gaitán) y Sin caballo y en Montiel de Atahualpa Yupanqui. Una actuación impecable de nuestros gurises, que le pusieron color y talento al recuerdo de Don Ata.
 

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