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Ricardo Zelarrayán

AIRE SORDO

Boca flor de buche. Una volteada no alcanza, rasca piedra, arisca tuna. El agua se agita cuentera.
Sordo el estallido de la gota, triste derrame en la seca. Aislarse, moverse, mojarse, lo otro es alambre de púa en tuna, pan con pan…
Bordes duran si aguantan. Ni siquiera el filo, miel guacha en la polvareda.
Silbido o respiración. Ahora somos todos sordos atropellando los árboles. Empollando piedras eternamente.
Y árboles mendiguean entre las piedras mientras afloja la arena tortuga hasta que el viento arremete.
Y ya no hay sombra que valga. Las grietas nada más que en el recuerdo. Adiós al viento salado que nunca hizo sombra.
Boca-buche, Fuego sin semillas, arena sin nada suelto.
Rascar por rascarse. Ver por ver, inútil desde mientras. Hacha de filo cada vez más ancho, piedra al fin, boca de arena.
Quiebra que te piedra y no se oye.

CUCHARA

Cosa de no salir
y andar de rincón en rincón.
No hay huellas en la oscuridad.
Andar con el lomo curvo,
cuchara al revés,
cuchara seca,
hace años,
saltando como langosta.
Arden, arden todas las migajas
mientras el pájaro carpintero
dale y dale con la pata de la silla.
Saltar de rama en rama
y de rincón en rincón.
La escalera mandibularia
al fin partida en dos.
Ladrillos de agua y aire
cercan el último rincón.
Crac, crac
tapia que salta,
suprema dentadura.
Adiós al sapo,
a la reja viuda
a todas las ventanas arrinconadas
por el vacío,
el gran rincón amable.
Los huesos se buscan a la disparada
antes de que se armen
de vuelta los opacos ladrillos,
las paredes salgan a cazar ventanas
y vuelvan los rincones
a guardar la distancia convenida.


RICARDO ZELARAYAN
: nació en Paraná, en 1940. Narrador, poeta, traductor y periodista. Publicó dos libros de poemas: “La obsesión del espacio” (1972) y “Roña Criolla” (1991) -de donde se seleccionaron dos textos-. Reside desde hace años en Buenos Aires. El lenguaje de Zelarrayán -inclasificable- participa de cierta oralidad criolla, de una renovada observación sobre los objetos, de cosas que se escuchan decir en el habla cotidiana y de un tono seco y áspero. Hay en sus poemas una fuerte apuesta por lo narrativo y por la asociación libre de imágenes, un poco a la manera de Lautreamont, “que como buen franchute es uruguayo / y si es uruguayo es entrerriano”, boutade que aparece en uno de sus poemas más extensos y más logrados: La gran salina . Un humor corrosivo, una alegría desencantada y un cuestionamiento rotundo a los valores poéticos convencionalmente aceptados son, al mismo tiempo, rasgos de su estética.

Fuente: http://www.autoresdeconcordia.com.ar/leites_texto11.htm