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Chicas muertas


A sala llena fue presentado en la Sala 1º de Mayo del Rectorado de la UNER, "Chicas muertas", el nuevo libro de la escritora entrerriana Selva Almada. 

Organizado por la Secretaría de la Mujer del Partido Socialista de Concepción del Uruguay se presentó el viernes 6 de marzo el libro que aborda la muerte de tres mujeres del interior del país. El acto es el primero de una serie de actividades que se desarrollarán desde la Secretaría de la Mujer de dicho partido político.
Estuvieron a cargo de dicha presentación la Prof. Betina Scotto y la Prof. Daniela E. Evequoz. Compartimos a continuación dichas presentaciones.
Chicas muertas, de Selva Almada - Betina Scotto  - Marzo de 2015
Comenzaré presentándoles el libro como objeto. Desde su tapa, porque creo que es muy sugerente. La fotografía que la abarca por completo presenta la vegetación ribereña que descansa en aguas tranquilas. El título del libro “Chicas muertas” aparece en una tipografía menor a la del nombre de la  autora, diseño no habitual. De las tantas interpretaciones que puede tener esto, elijo una: la identificación de la autora con el destino de las protagonistas, chicas asesinadas sólo por ser mujeres jóvenes, vulnerables, “poco agarradas a la vida”, como los juncos que crecen al lado de la laguna, “poco agarrados a la tierra”.
Su nombre se identifica con la selva, con los juncos, con ese destino trágico, de vidas cortas, inexplicablemente truncadas.
El título del libro, fuerte, aparece minimizado, casi tímido, tal vez, por ser eso: tan fuerte, tan contundente.
El contraste es una de las constantes que aparece naturalmente, sin necesidad de ser explicitadas: la calma del agua  es la de los pueblos chicos de provincia, que oculta el horror mudo, la naturaleza siniestra de algunos de sus habitantes.
El eje central de este libro definido por la autora como “no ficción” es la historia de Andrea Danne, María Luisa Quevedo y Sarita Mundín, tres adolescentes asesinadas en tres pueblos: San José, Roque Sáenz Peña y Villa María, en la década de los 80, aunque aparecen otras historias, que dan cuenta de la cantidad de muertes impunes.
La narración cuidada, el lenguaje preciso, posibilitan la lectura y evitan que la sangre nos salpique y el horror nos agobie.
Distintos estilos discursivos conviven, se entrecruzan: descripciones literarias, testimonios, crónica, lenguaje de expedientes, de informes forenses, notas periodísticas.
Lo autobiográfico atraviesa todo el libro: pinta su infancia, la vida de los pueblos chicos, sus costumbres, sus tradiciones, sus prejuicios, sus mitos y leyendas. Volvemos a sentir el miedo  de las siestas acechadas por el viejo de la bolsa,  la solapa, el sátiro. Las creencias populares matizan las descripciones y las recordamos con un dejo de ternura y melancolía.
Desnuda la hipocresía de nuestra sociedad que oculta la verdad y considera a la muerte muchas veces como castigo. Como perros hambrientos hurgamos en la vida privada de las jóvenes asesinadas, tratando de encontrar indicios de la culpabilidad de las mismas, como una cobarde manía de explicar lo inexplicable. Para tratar de culpar al que no puede defenderse y tejemos historias para evitar ver la nuestra y la responsabilidad que nos cabe en estas cuestiones. (Alimentado por los medios de comunicación, en especial la tv. Analizar el papel de los medios masivos es  tema para otro encuentro).
Menciona arquetipos que permanentemente se repiten. La sospecha siempre cae primero en la pareja, en la familia, hasta en la madre. No perdonamos la calma, la resignación ante la muerte, más aún si ésta es violenta. La violencia familiar y de género existió desde siempre, la naturalizamos y convivimos con ella, mirando a veces a otra parte, a veces de costado o no visibilizándola.
Nos acerca personajes populares, que han sido motivo de comentarios en las esquinas, en charlas de vecinos, cuando las veredas eran espacios compartidos. Como por ejemplo el fisgón, aquel depravado inofensivo que aterraba nuestras infancias. Brinda datos de los inmigrantes de la zona, de comunidades como los gitanos, estigmatizados por los mismos motivos del presente.
Conviven también varios narradores: la autora que investiga los crímenes, con la adolescente que comprendió que el horror podía vivir bajo su mismo techo, que su mundo no era ya seguro, con la narradora que hila su infancia, su adolescencia, su vida, su mundo y familiares y amigos de las víctimas…
El mundo mágico aparece como una posibilidad salvadora, a la que recurrimos cuando el mundo real nos deja desamparados y sin respuestas. La Señora, una tarotista que acompaña la búsqueda de respuestas de la autora y las videntes son consultadas para conocer la verdad, para conocer a los asesinos, aparecen como sustitutas de la justicia, ya que ésta no existe, no descubre a los asesinos, no los condena.
Selva es la huesera, personaje mítico ancestral,  aquella vieja  que  vive dentro de nosotras entre el mundo racional y el mitológico. Es la que resucita a los muertos, la que tiene como tarea juntar los huesos de los animales del desierto, en especial los de los lobos y cuando termina de armar el esqueleto, se sienta junto al fuego y comienza a cantar. Canta hasta que la criatura cobra vida y escapa, transformándose en mujer, libre.
La huesera conserva todo aquello que puede perderse. Selva Almada es la huesera que reconstruyó palabra a palabra la historia de estas chicas muertas,  y cuando terminó su canto, pudo despedirse de ellas, dejarlas en el mundo al que ahora pertenecen.                                                                       Porque, como le advierte la Señora, no es bueno vagar mucho tiempo entre la vida y la muerte. La luz de tres velas blancas las purificó, las liberó. Y en estas páginas quedarán para siempre entre nosotros.

PRESENTACIÓN  DE SELVA ALMADA - Daniela Evequoz - Marzo de 2015-
•    Gracias por estar acá Selva Almada. Bienvenida.
•    Selva es escritora, es entrerriana –de Villa Elisa- transmigrada a Buenos Aires y autora de novelas como, entre otras, “El Viento que Arrasa” y “Ladrilleros” consagrados por los lectores y la crítica literaria nacionales e internacionales. (Beatriz Sarlo definió a “El Viento que Arrasa” como libro del año 2013).
•    Hablan de sus méritos para ocupar un lugar en las letras nacionales, además,  la dirección de la revista Caelum Blue, de la ciudad de Paraná, entre 1997 y 1998. La autoría de “Mal de muñecas”, de 2003; “Niños”, en 2005; “Una chica de provincia”, en 2007 y el e-book “Intemec”. La traducción de sus novelas al francés, el italiano, el portugués y el holandés. La publicación del cuento “El desapego es nuestra manera de querernos”, en la Revista Casa de Casa de las Américas (Cuba). Los relatos que integran antologías “Una terraza propia”, Editorial Norma y “Narradores del Siglo XXI”, entre otras. Su inclusión en antología Poetas Argentinas, Ediciones Del Dock. Un cuento “El llamado”, traducido al alemán e integrante de la antología de narradoras argentinas publicada en Alemania en 2010.  Actualmente co-dirige el ciclo de narrativas "Carne Argentina" y coordina talleres literarios de lectura, escritura y reflexión, en el interior del país y en la ciudad de Buenos Aires.

•    Hoy tenemos el enorme placer de presentar el último libro se Selva: “Chicas Muertas”. Una suerte de crónica policial sobre tres casos de homicidios no esclarecidos de jóvenes mujeres: Andrea Danne, María Luisa Quevedo y Sarita Mundin, ocurridos en los años 80, en las provincias de Entre Ríos, Chaco y Córdoba respectivamente.
•    El disparador –valga el término hablando de homicidios-, fue, según la propia autora, el crimen de Andrea Danne, ocurrido en San José,  el 16 de noviembre de 1986. Una chica de 18 años apuñalada, en plena noche y en su propia cama. Este hecho que resulta la concreción de un terror que a todas nos ha asaltado alguna noche de insomnio, nos sigue estremeciendo.
•     Selva canalizó ese espanto a través de la escritura y nos entrega una crónica que arranca del olvido tres historias terribles. Ella, al igual que la Huesera del mito en que  se reconoce, va reconstruyendo pedacito a pedacito las vidas masacradas de tres jóvenes mujeres asesinadas, víctimas de lo que se ha dado en llamar “femicidio”, entendido como el asesinato cometido por un hombre contra una mujer por el simple hecho de serlo.
•    Resulta de indiscutible actualidad el tema abordado por la autora. Cinco mujeres por semana, en promedio, fueron víctimas de feminicidios en los últimos 7 años en la Argentina. Desde 2008 hubo un total de 1808 asesinatos por violencia de género (datos Asociación Civil Casa del Encuentro). 45 en nuestra provincia.  A pesar de que desde el año 2012, se sanciona con reclusión o prisión perpetua al femicida, el número de víctimas se acrecienta año a año.
•    El femicidio acarrea un daño colateral que es el de los niños huérfanos. Generalmente las jóvenes mujeres víctimas tienen hijos pequeños. Actualmente hay más de 400 niños en condición de orfandad por esa causa. Tal el caso del pequeño Germán, hijo de Sarita Mundín, una de las “chicas muertas” de la crónica de Selva, que tenía 4 años cuando le quitaron a su mamá.
•    La obra presentada es un libro con un título fuerte. Es sobre violencia de género. Tiene investigación de campo, investigación en expedientes judiciales, aunque no es una crónica periodística. Leer a Selva, nos produce emociones mucho más profundas que las que puede producir un texto periodístico